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jueves, 25 de noviembre de 2021

COSTA BLANCA TRAIL 29 KM 2000 + TPC



    El comienzo de esta aventura se sitúa allá por abril o mayo cuando me incitaron a inscribirme en los famosos trails Costa Blanca. Apenas sin ser consciente de lo que se me venía encima, me apuntaron a una de sus carreras. Estas carreras me sonaban como algo grande y gordo con sus subidas verticales, sus pareces y la belleza de sus cumbres, Aitana, Puig Campana, Serrella, etc.

 


    En un principio, no me preocupé demasiado puesto que quedaba tiempo de sobra. El verano pasó y dejé de correr por cerros para hacerlo por asfalto a la orilla de la playa haciendo lo que más me gusta, que es posturear. 
    Sin embargo, en septiembre las cosas cambiaron. Probé a entrenar en Villaverde del Guadalimar con el track de la media maratón. Me vi súper verde, valga la redundancia, y torpe en las bajadas y fatigada en las subidas. La Sarga se me hizo eterna y me caí mil veces de culo bajando los Picarazos. En ese momento, me planteé abandonar este reto del Costa Blanca Trails. Pero, como abandonar no es una opción para mí, pedí ayuda a Carlos Jiménez para preparar la fuerza, tan necesaria en los "tutes" de montaña. Poco a poco, empecé a notar mis piernas más duras y resistentes y  mi abdomen y espalda soportaban los casi tres kilos de la mochila. Además, me apunté a la Escuela de Atletismo de adultos y, por primera vez, hacía series en pista de esas que echas el corazón por la boca. A todo ello, le sumé tiradas por el monte con Juan Santos que me enseñó cómo bajar mejor sin poner el culo como en Peña Palomera o en la bajada del Puig Campana y cómo usar los palos para subir mejor.
    Entre mis entrenamientos montañeros, recuerdo los 24 km con 1600+ en la sierra de Alicante, subiendo el Ponoig y el Puig Campana por el vertical. También, recuerdo las dos subidas y bajadas a la Albarda de Ayna para acumular desnivel. Después, vino el terrorífico entrenamiento sin apenas dormir de 23 km por la sierra de Alicante donde tuve que recortar y volver al coche con las malas sensaciones que tuve.  Y, por último, el entrenamiento en Yeste, desde Collado Tornero al Mentiras bajando y penando por Peña Palomera con el Jorro de postre, total 26 km y 1800+.



 

    Gracias a la fuerza con Carlos, me recuperé bastante bien de las palizas, pero llegó la semana previa a la gran cita y pillé el catarrazo del año.
Además, se me juntó con un accidente en el cual me reventaron mi Toyota. Esa semana no puede entrenar ni dormir bien. Estaba desesperada y sucumbí al cloro o CDS que me ofreció una compañera, como D. Trump. Ingerí el cloro y bien de frutas cítricas. Pero no lo tenía nada claro.  El reto deportivo más importante de mi vida y yo hecha unos zorros. 
El sábado llegamos a Finestrat. Se disputaban las carreras de 100 km, 75km y 46 km. 
El pueblo era la catedral del trail running nacional. ¡Menudos portes tienen los corredores valencianos de trail!
Recogimos los dorsales y nos fuimos a Santa Pola a descansar. Esa noche fue un no parar de darle vueltas a la cabeza entre correr y no correr. Estaba preparada, pero me sentía fatal. Además, no paraba de llover, el terreno estaba bastante mal y era muy técnico. Así que amanecí a las cinco y decidí no correr. Sin embargo, algo dentro de mí me empujó a intentarlo aunque tuviera que retirarme y así lo hice.




 

                Me vestí de Chinguan trailera y nos dirigimos a Finestrat. Al llegar, la cima del Puig no se veía porque estaba cubierta por una espesa niebla y diluviaba. Me puse en línea de salida súper concentrada y arranqué. El primer kilómetro de salida del pueblo es en asfalto y con mucha cuesta. Troté despacio para no agotarme y empezar el ascenso al km vertical. Me sentía genial. Los bastones fueron el gran descubrimiento. Llevé un ritmo constante de subida sin pararme a tomar aire en ningún momento. Adelanté a algunos corredores y eché mano a la roca cuando la inclinación no me dejaba avanzar. Coroné la cima en 1 h y 46 minutos y lo mejor de todo es que llegaba fresca. Ahora tenía que bajarla y agarrarme muy bien a las piedras para no resbalarme. Fui segura y concentrada. La superé sin dificultad. En el primer avituallamiento en el Coll del Pouet, cogí un trozo de plátano y seguí corriendo. Llevaba un camel de 2 litros y no me hizo falta rellenar nada. La senda hacía Polop me pareció preciosa y corrible. Corrí con una sonrisa todo el tiempo de verme fuerte y segura. 
    De repente, en una bajada bien pronunciada hasta arriba de barro, me resbalé y caí de rodillas al suelo. Mi rodilla derecha impactó de lleno con una roca escondida bajo el barro. Me mareé algunos segundos que tuve que parar y tomar aire. Se me escaparon algunas lágrimas de dolor, pero algo de dentro me impulsó a seguir. La senda era una pista de patinaje marrón. El segundo avituallamiento en Polop me dio energía en forma de pizza para afrontar la siguente subida gorda, 700+ en 5km. Saqué los palos y puse mi ritmo de tractor constante. Al final llegamos al collado blanco y empezaba una senda muy corredera y bonita de camino al último avituallamiento en el Mas del Oficial. Corrí sin parar aunque con dolor en la rodilla. Disfruté mucho de esta senda adelantando y avanzando a pesar de los kilos de barro. En el último avituallamiento tomé un puñado de conguitos con barro y saqué los palos para subir los últimos 200 metros positivos. En cuanto llegué al collado, empezaba la bajada al pueblo, una senda preciosa llena de rocas y raíces de árboles. Ya empezaba a ver el km 29 en mi Garmin y estaba fuerte. Entré en meta en 6 horas y 1 minuto feliz y agradecida de haber conseguido superar mis miedos al barro, a la distancia, al desnivel y, sobre todo, a la montaña.
Esta carrera me ha servido para hacerme más fuerte de mente y cuerpo y para superar los miedos que me bloquean en la vida. 










lunes, 19 de abril de 2021

TRAIL ULTRA SIERRA NEVADA 2021

 Desde la crónica del gran Patxi de su maratón de Sevilla, este blog ha estado parado por culpa de esta maldita pandemia. Es por ello que quiero retomar las entradas al blog, porque quiero compartir con vosotros mi experiencia, pero sobre todo, porque volver a las carreras y a las viejas costumbres, es un chute de ánimo que nos hace visualizar, no muy lejos, la meta de esta carrera tan difícil que está siendo el COVID.

Esta ha sido de largo la carrera con la preparación más larga que haya hecho nunca, y no solo por la dureza de la misma, sino porque desde que iba a celebrarse originalmente en Julio de 2020, la retrasaron a Noviembre 2020 y finalmente a Abril de 2021, ¡vamos, que llevo entrenando desde marzo del año pasado! No será por preparación…

 

Han sido horas y horas de series en asfalto, series en cuesta, tiradas cortas, tiradas largas,… las mayoría de ellas solo (tener un niño pequeño me lleva a salir a horas intempestivas), pero también muy bien acompañado de mis compañeros Chinguanes (Lucia, Patxi, Amador, Juan, Ana, el socio…), de mis hermanos y, sobre todo de las cabricas de Chinchilla, bueno perdón, del Centro de Alto Rendimiento de Chinchilla.  Porque he entrenado en Ciudad Real, en los Pirineos, en la Sierra de Aitana, Jorquera, Valdeganga, Yeste, Nerpio,...pero las sendas de Chinchilla creo que podría recorrerlas con los ojos cerrados. 

 


Pero vayamos a la carrera en si. Tras recoger el dorsal en Granada el viernes por la tarde nos subimos directo a Pradollano (la estación de esquí) para cenar un buen plato de pasta y a dormir. Pensaba que no dormiría nada, pero al final si que descansé…bueno descansar es mucho decir, ¡porque a las 3 toco el despertador! Tras revisar todo y preparar el mochilón con todo el material obligatorio, nos recogió el autobús que nos bajaba a la salida a Beas de Granada. Ese rato lo pasé un poco mal hasta la salida a las 6 de la mañana, porque entre los nervios y el estomago revuelto con sus correspondientes visitas al baño, pasé un poco de frio y tenía un tembleque que no hacía presagiar nada bueno. 


Pero una vez pasado el control de material, colocados entre los conos de salida (chapó a la organización con medidas de seguridad COVID), ver el arco, la música, la gente aplaudiendo, …todo el malestar desaparecía y solo tenía ganas de salir a darle ¡¡¡gas!!!. Mascarilla fuera tras pasar por el arco de salida y POR FIN, TRAS MÁS DE UN AÑO DE MIERDA VOLVIAMOS A COMPETIR. 




Tras 2-3 km de pista en llano controlando esas ansias de correr, llegaba la primera senda de subida, fila de a uno y a tirar para arriba. Al volver la mirada hacia atrás, ver toda la hilera de luces de frontales en la noche, con el pueblo de Beas de Granada al fondo, para mi, que no he corrido nunca de noche, fue una imagen de las que se te quedan grabadas en la retina para siempre. 

 

Tras coronar, había una pista bastante corrible en bajada hasta el primer avituallamiento, pero se echó una niebla espesa encima (nos acompañaría gran parte del recorrido, una pena porque os impidió disfrutar de las vistas) y la sensación de bajar a 4:00-4:30 sin ver más allá de tus narices, me agobio un poco, menos mal que iba viendo las luces rojas intermitentes de los que iban delante de mi y eso me tranquilizaba un poco. 

 

En el primer avituallamiento no paré porque llevaba isotónico y comida de sobra y me encontraba bastante bien. Emprendimos dirección Quentar, vadeamos un riachuelo, donde me moje por primera vez las zapatillas y de nuevo otra subida, pero esta vez ya amaneciendo y pudiendo vislumbrar entre la niebla el paisaje tan bonito del Parque Natural de Sierra Nevada. Sobre el Km 15 tuve un susto, porque tropecé con una raíz y me pegué una buena leche (para que dejarlo para más tarde…). Menos mal que fue solo “chapa y pintura”, me recompuse y tras una bonita bajada por senda llegamos a Quentar. 

 

En ese avituallamiento ya si que paré. Frontal fuera, cortavientos fuera, me puse los manguitos de nuestro Millan MN y tras pillar un plátano y beber algo de Coca Cola para despertar al cuerpo con la cafeína, otro repechón en dirección a Pinos de Genil. Parte de esta subida la hice con unos chicos muy majos de Córdoba y Yecla (es increíble la de gente que conoces y con la que hablas en estas carreras) que hicieron que los Kms se pasasen rápido. 

 

La bajada a Pinos de Genil fue infernal. Según el Garmin quedaban poco más de 2 km para el pueblo y aún estábamos en todo lo alto del monte, se veía el pueblo en el fondo del valle y me preguntaba ¿pero por dónde vamos a bajar?. Pues una senda y camino de hormigón con una pendiente que hicieron que mis rodillas y sobre todo, mi temida “cintilla” comenzase a quejarse. 

 

El avituallamiento de Pinos de Genil me lo tome con mucha más calma. Allí ya me encontré con los primeros “cadáveres” de la ultra,…que merito tiene esa gente, llevaban desde las 22.00 el día anterior corriendo. Me senté en una silla y me comí un sándwich de jamón york y queso, porque me apetecía algo salado. Y es que la alimentación es algo que se hace muy pesado en estas carreras. Yo llevaba mi pauta de barrita, gel, barrita, gel…cada media hora, más una pastilla de sales cada hora, y al final tanto “potingue” se hace bola en el estomago, por lo que el cuerpo te pide que cambies a algo salado o fruta. 

 

Hasta ahora iba por debajo de mis previsiones: 6 min/km el primer parcial, 7 min/km el segundo y 7:30 hasta el tercer avituallamiento….pero cuando después de 36 km y más de 1500 de desnivel, te dicen que “ahora empieza la carrera de verdad” ¡te dan ganas de sentarte en una piedra y echarte a llorar! Y es que de Pinos de Genil a Pradollano es todo subida, casi 2000 m positivos sin apenas descanso, ya no hay descensos largos, más allá de algún tobogán. ¿Lo bueno? pues que mis maltrechas rodillas lo agradecieron, ya que no se si habría aguantado otra bajada larga. 

 

Tras un tramo más o menos llano, corriendo por dentro de una antigua canalización de agua que atravesaba varios túneles al lado del embalse de Dornajo (¡precioso!), llegó un senda de subida muy pronunciada donde mis cuádriceps hicieron un amago de acalambrarse, tuve que bajar un poco el ritmo y todo controlado. 



Tras esto, una bajada muy corta, pero muy peligrosa en la que había que ir “a rastra culo” y llegaba el plato fuerte del día, el famoso barranco de las víboras con sus temidas zetas, que ríete tu de las de Chinchilla. 


Este tramo lo pase muy bien, adelantando bastante gente, ya que subiendo iba bastante mejor que bajando, y tras coronar con un montón de publico animando, haciendo sonar cencerros tipo “Tour de Francia”, llegaba el último avituallamiento del día, Dornajo. Tras este avituallamiento venía el tramo más feo del recorrido, 6 km por la carretera de subida a la estación de esquí, donde yo tenía pensado correr porque la pendiente era teóricamente mucho más suave…¡que iluso! Con la tralla que llevaba no era capaz de correr 200 m seguidos, por lo que lo hice casi todo andando. 

 

Al terminar la carretera, otro tramito de 4 km de sendas y por fin, Pradollando al fondo. Pero aún teníamos la última sorpresa del día. Al llegar a Pradollano, en lugar de ir directos a meta, tuvieron la genial idea de que, “para que todo el mundo tocase la nieve” meternos 200 m de paredón por las pista de esquí, sin crampones, para luego volver a bajar…en fin, de “perdidos al rio”. 

 

Vuelta a entrar en Pradollano y ahora si, que si, el arco de llegada al fondo, la música sonando, la gente animando y ver a mi mujer y mi hijo, poderles dar mil besos antes de entrar en meta, sonreír de oreja a oreja y llorar…si, llorar,…llorar por la satisfacción de superarte a ti mismo, por dejar atrás el año que llevamos, por la vuelta a la normalidad de las cosas y porque podamos volver a disfrutar de esta locura que nos une a todos que es correr y sentirte libre. 


Al final, un tiempo de 7:56:47 para completar los 62 Km y 3.464 m de desnivel que me marco el Garmin,  37 de la general y 15 de mi categoría …algo que no entraba ni en mis mejores pronósticos. 

 

Agradecer a todos los Chinguanes que me han dado ánimos y me han motivado para ir a la carrera, al socio por sus sabios consejos, a mis hermanos por acompañarme en las salidas por las tierras manchegas (algún día haremos alguna juntos!), a mis padres y,  sobre todo, a mi mujer y mi hijo, que me motivan y me animan en esta pasión por el running y la montaña. 


 

¡SALUD, KILOMETROS Y ESPERO QUE NOS VEAMOS PRONTO EN LAS CARRERAS!

viernes, 6 de marzo de 2020

MI MEJOR MARATÓN (23/02/2020)


Aunque el título suene un poco chulesco, lo pongo así porque espero “NO” mejorar en las pocas o “MUCHAS” maratones que me queden este tiempo conseguido.
Las 3 horas 56 minutos y 50 segundos que estuve corriendo para completar los 42,50 kilómetros que hice, me las quedo para siempre como mi mejor marca mundial de todos los tiempos habidos y por haber.
Una vez explicado el título de la crónica paso a la crónica en sí para el blog del CD CHINGUAN.
Me planteo desde que terminé en diciembre 2018 la maratón de Valencia hacer el equivalente a lo que hace el gran Rafa Nadal en el tenis, salvando las distancias, que es hacer el “GRAN SLAM” con las 4 maratones más importantes de España, al haber corrido Barcelona y Valencia “SOLO” me faltaría por hacer Madrid y Sevilla.
Esta duda de qué próxima maratón correr la resuelvo al comentarme el metódico inventor de no salirse de la zona Luis altafit, al decirme un día de noviembre que varios altafites se han apuntado a hacer la maratón de Sevilla “POR HACER ALGO ESTE INVIERNO”; así que me espero al “BLACK FRIDAY” de noviembre, me compro unas zapas New Balance y me apunto a mi tercera maratón “SEVILLA 2020”.
A primeros de diciembre empiezan los entrenos con el gran Miguel altafit pasándonos semanalmente el cuadrante de las actividades a realizar cada día de la semana. Como me gusta ir “UN POCO” por libre lo que empiezo a hacer cada semana es repartir la carga semanal a mi manera, concentrando actividades de varios días en uno solo porque no puedo permitirme el lujo de ir al gimnasio un día por ejemplo a hacer solo media hora de elíptica.
Así por ejemplo un día hice y por este orden una clase de pilates, una hora de elíptica, una clase de spining terminando con unas series de aparatos de fuerza.
La semana de nochevieja cuando llegó el miércoles, yo ya llevaba hechas las actividades marcadas hasta el sábado para poder celebrar como se merece la nochevieja y el añonuevo.
Más o menos fui haciendo todo lo indicado aunque como digo a mi manera, cuestión aparte eran los ejercicios que mandaba de gimnasio: eso de splits con barra, sentadillas sobre bosu, prensa de piernas y otros palabros raros, como no entendía ni entiendo lo que era, lo que hacía era hacer algo de fuerza en las máquinas que había libres: yo hacía varias máquinas pero no me preguntéis que grupos musculares movía, sólo distingo entre máquinas de piernas y de brazos.
Por fín y después de varias semanas de entrenamiento y varias tiradas largas de hasta 32 kilómetros llegamos al fin de semana de la carrera.
El sábado anterior a la carrera quedamos los altafites y yo para recoger el dorsal y tomar unos macarrones energéticos en la feria del corredor. En la feria además vi a varios deportistas que admiro como el futbolista de mi Athletic Julio Salinas y los atletas Abel Antón, Fermín Cacho y Martín Fiz.
Después de comer nos despedimos y me fui a descansar un rato porque había que madrugar al día siguiente.
EL DIA D (23 febrero 2020). Me desperté a las 05.30 y desayuné como ya hice en la maratón de Valencia “LOS BONIATOS DE LA SUERTE” como los hemos bautizado mi amigo Javi Benegas y yo.
A las 07.00 me fui andando para el punto acordado donde nos íbamos a hacer la foto de grupo; al avisarme  Alvaro altafit de que no llegaban a tiempo de la foto porque se habían equivocado de autobús me hice yo un par de fotos para la hemeroteca de mi club (C.D. CHINGUAN). Antes de salir veo a los altafites Darío y Rodri, y nos deseamos suerte.
Es espectacular y no puedo compararlo a ninguna otra cosa el formar parte y sentir el ambiente que hay una hora antes de empezar la maratón: gente trotando para evitar el frío, otros aplicándose vaselina, el olor a réflex, el ritual de atarse veinte veces las zapatillas, las fotos, andar entre los atletas, guardarse los geles en los bolsillos, conectar el reproductor de música, el garmin, el pulsómetro (que por cierto no me funcionó), ponerse el dorsal, colocarse en los cajones de salida, etc…
A las 8 y media se da la salida y al lío. La carrera tiene un recorrido muy llano y eso se nota ya que aunque intentaba no ir más rápido de 5 minutos y medio el kilómetro las piernas me llevaban a ir siempre unos 10 segundos más rápido de lo que yo quería, incluso llegué a ir un rato con el globo de las 3 horas 45 minutos. A los pocos kilómetros vi a mi hermana animarme y también me llegaron ánimos de una espectadora altafita, la superanimadora Patri (que bien sienta que te animen fuera de casa). En el kilómetro 20 se me fue la batería del reproductor de música por lo que pasé a correr sin música y aunque había animación en la carrera ésta no era comparable a la que había por ejemplo en Valencia.
La media la pasé como si nada y más o menos aguanté corriendo a buen ritmo hasta el kilómetro 32. A partir de ahí el empecé a bajar el ritmo de carrera y a pensar en cosas raras como parar de correr porque los kilómetros a partir de aquí se hacen “MUUUUUY LARGOS”. Para entretenerme durante esos últimos diez kilómetros empecé a pensar que iba haciendo la ruta que tenemos aprendida de memoria de tanto entrenar de  “ALBACETE-VUELTA A LA PULGOSA-ALBACETE”, pero no avanzaba nada o eso me parecía a mí. Otra cosa que hacía era contar hasta sesenta para adelante y para atrás a ver si así se pasaba antes el tiempo pero nada. Por fín llegué al kilómetro 40 y vi a mi familia, mi hijo y mis sobrinos empezaron a correr unos metros conmigo hasta que uno que corría a mi lado y que también debía ir mal les dijo “NENE QUITAROS DE AHÍ”, pero bueno con ese ánimo llegué a la recta de meta y a la deseada alfombra azul pasando victorioso en el puesto seis mil y pico y con mi tiempazo.
En seguida ví que me encontraba físicamente mejor que al terminar las otras maratones. Me encontré a Alvaro que me contó los problemas que había tenido la segunda parte de la carrera. Después ya fui viendo al resto del grupo: Miguel, Patri, Luis, Manu, Dario y Rodri; a Eugenio no lo ví y aunque no terminó la carrera lo considero otro campeón más porque es otro que menuda fuerza de voluntad y sacrificio tiene.
Bueno por último decir que aunque quedé el seis mil y pico, le gané a campeones mundiales y olímpicos como Fermín Cacho y Abel Antón. 
Hasta aquí la crónica de mi tercera y mejor maratón. La llegada a la meta compensa con creces los meses previos de sacrificio, por lo que desde ya empiezo a pensar en mi próximo maratón, que prepararé y correré, “A MI MANERA”. 


Por José Ángel Sánchez Salinas (Señor Pachi).

martes, 9 de abril de 2019

CRÓNICA MARATÓN VALENCIA 2018 de Javi Benegas

Queridos todos:
Escribo esto porque me apetecía mucho hacerlo, aunque haya tardado tanto. Probablemente la pereza que lo deja todo para después y, sobre todo, la abrumadora tarea que mentalmente me suponía escribir sobre la carrera más importante que haya corrido hasta ahora, hayan postergado demasiado el momento de sentarme a escribir mi primera crónica en el blog como Chinguan. Pero nunca es tarde para hacer cualquier cosa buena, y rememorar mi también primera maratón en Valencia el pasado 2 de diciembre de 2018, hace más de 3 meses, desde luego lo es. Además, espero que la perspectiva de tanto tiempo pasado me ayude a centrarme en lo importante, porque en los primeros días y semanas posteriores al magnífico evento sentía que si me ponía a escribir, la crónica iba a resultar demasiado larga…
Y es que, ¿cómo sintetizar todo lo que hay detrás del mito, la significación personal de esta carrera, la génesis hasta el momento clave de inscribirte, la gestación, la preparación, las crisis y dudas, los vaivenes emocionales, lo que se pasa por la cabeza los días previos, las horas previas, los instantes previos… hasta que la masa multicolor de gente arranca muy lentamente delante de ti, y por fin pones las piernas en marcha? Muy difícil. Y por si fuera poco, también habría que narrar someramente todas las vicisitudes en carrera, con especial mención al sublime instante de entrada en meta, y algún que otro apunte de las horas y celebraciones posteriores, las conclusiones y enseñanzas, el balance final, la moraleja,… y el ahora, ¿qué?
Demasiada tela. Me limitaré por tanto a soltar ideas y recuerdos, lo más significativos posible, sin pretensiones. Y lo primero que se me viene a la cabeza es algo que seguro que a todos, en algún momento pasado o por venir, se nos ha pasado por la mente, y que se resume en el siguiente pensamiento: “¿UNA MARATÓN? ¿YO? IMPOSIBLEDemasiados kms. Demasiado sacrificio. Mi cuerpo y mi mente no están preparados. No merece la pena, tantos meses de preparación, para luego unas horas, un rato, y encima seguro que sufriendo…” Y cosas así. En mi caso, desde luego, todos esos argumentos y muchos más fueron asumidos durante muchos años, sofocando el deseo o incluso apagándolo nada más aparecer, desechando tan loca idea tan pronto surgía… Hasta que, en el momento más insospechado, el menos probable, di el salto al vacío. ¡Qué gran instante! Y cuánto me alegro de haber tomado esa decisión, en la que desde luego los compañeros y amigos chinguanes fueron decisivos. No recuerdo bien el momento…, aunque sí hablarlo varias veces y más aún durante el mes de junio pasado, entre caña y caña post-carreras populares, en la comida tras la Media de Albacete,… qué se yo. Recuerdo a Juan decirme varias veces algo así como “claro que puedes”… En mi mente resuenan voces que decían “nos apuntamos todos”, “venga, que el 30 de junio sube el precio de la inscripción!”, y frases motivadoras de ese estilo, entre las risas, los frutos secos, el medio plátano, la siguiente caña (“cuántas llevo ya?”), y la foto con las amas de casa. De lo que sí me acuerdo bien es que a finales del mes, sería el día 29 o seguramente el último, el grupo de wasap se convirtió en un hervidero de mensajes con el testimonio escrito y gráfico de “Apuntado/a!”… Esas voces chinguanes tenían cara y hechos concretos: Juan Ángel, Edu, Pedro, David, Lucía, Ana, Patxi, Laura, Fati… uno tras otro iban colgando el pantallazo de su correspondiente inscripción, entre vítores, risas y aplausos digitales… Ya sólo por ese ambiente previo, se notaba que se estaba gestando algo grande, muy grande. ¿Podía perderme yo semejante evento? El caso es que a ese caldo de cultivo se añadían las circunstancias que me habían rodeado los meses previos, como mis sempiternas lesiones (a pesar de las cuales, podía seguir corriendo), el porrazo que me di con la bici y del que salí bastante maltrecho (a pesar del cual, pude correr la Media de Albacete)… y la consciencia de que si quería intentar una locura, más valía que fuera cuanto antes, porque nunca sabremos lo que esto nos va a durar… En definitiva, se conjuntaron los astros, y se dieron todas las condiciones. Si había podido completar una media con los huesos aún soldándose, si mi amigo y capitán tullido Juan me decía que podía hacerlo, si nos apuntábamos todos, si aún podía correr después del año que llevaba… ¿no era el momento de afrontar el reto?. Sí, tenía que intentarlo al menos, y así me metí una vez más en la página web de la Maratón de Valencia, ya no para ver cómo era, ni para seguir deseándola secretamente, sino para ir a por ella. Alea jacta est, que dijo aquél. Apuntado!
Sobre la preparación, pues qué deciros. Muchas cosas…. Que me la tomé en serio, pero sin volverme loco, porque cuanto más leía (además de ver planes en Internet, saqué un libro de la biblioteca titulado “Mi primer Maratón”…, del que me leí un buen trozo), cuanta más gente experimentada consultaba, cuanta más información manejaba… más acababa por liarme y concluir que tenía que hacer lo que buenamente pudiera y mi cuerpo me dejara. Sobre todo, descarté casi desde el principio seguir el programa que nos proponían desde el gimnasio, cuyo nivel de exigencia y complejidad se me antojó inalcanzable. Pero sí traté de llevar una programación de entrenamientos, al principio de forma más laxa y luego tratando de seguir las propuestas que semanalmente nos mandaba nuestro trainer Edu al grupo de maratonianos chinguanes, adaptando las salidas y rodajes a las carreras que teníamos y obviamente a mis sensaciones y condiciones conforme avanzaba el tiempo. De esta etapa de los tres meses previos a la carrera (agosto fue un mes de rodar todo lo que pude, pero como hago siempre, cuando buenamente podía, sin planificar), me quedo con varias reflexiones:
-       la humildad con la que abordé desde el principio el entrenamiento, consciente de que mi pasado pleno de tullideces y lesiones era una carga difícil de olvidar a la hora de afrontar un programa cuya exigencia en número de sesiones, rodajes largos, etc. me suponía un reto jamás abordado hasta esas fechas (por ej., nunca había superado los 21 kms. de una media).
-       las continuas dudas, inseguridades o incertidumbres que me rodeaban en todo lo que tenía que ver con el entrenamiento, la dieta (sobre todo los suplementos y todas esas “químicas” que Ana denomina drogas buenas, tanto para las semanas previas como para la jornada de la carrera), etc.
-       a pesar de lo anterior, la creciente autoconfianza que se me iba generando conforme pasaban las semanas y veía que mi cuerpo estaba aguantando cosas tan sencillas, pero al mismo tiempo tan nuevas para mí, como salir dos días seguidos, ver que eres capaz de correr con agujetas, alternar sesiones de gimnasio con rodajes más largos…, y terminar salidas de 24, 26, 28 kms… sin que eso supusiera una semana de dolores y convalecencia en cama.
-       la disciplina necesaria, que no el sacrificio, y lo poco que puede llegar a costar algo que parece muy duro cuando simplemente tienes tanta ilusión, hasta el punto de poder disfrutar también de toda la preparación. Para mí, las tiradas largas, las carreras populares después de un día de entrenamiento aunque fuera ligero,… todo en sí suponía ya un reto, y como tal, superarlo era una pequeña victoria.
Y desde luego me quedo también con muchos recuerdos, la mayoría gratificantes, como las salidas largas con los compañeros (por Chinchilla y Tinajeros con Ana, Lucía y Laura, con Patxi nuestra tirada máxima de 32 km., etc.), la Media de Hellín y la popular de Alcaraz con 5 km. previos de calentamiento, ahí es nada,… y las tantas salidas en solitario, disfrutando como siempre con mi MP3 y la música que siempre me acompaña.
Y llegó el fin de semana de la gran cita, y ahí estaba yo… Había aguantado. Recuerdo que no hacía más que decirme que ya era todo un éxito el simplemente estar en la línea de salida. Que no tenía más que empezar a correr, y disfrutar a tope de la experiencia. Claro, era cierto. Tenía que seguir siendo humilde hasta el final; al fin y al cabo, me había dado muy buen resultado en la preparación. Llegar hasta donde pudiera, y agradecer el mero hecho de estar ahí, corriendo con otros 22.000 runners de todas partes disfrutando del ambiente y de la experiencia, nada más… Los 10 kms. de incertidumbre, los nunca recorridos, estaban ahí como una sombra oscura, podían resultar los que impidieran el logro, el sueño de la meta. Pero llegara hasta donde llegara, ya lo había logrado.
Ya. Tururú. Muy bonito, sí. Pero en el fondo, yo también quería llegar a meta. Quería lograrlo, para qué nos vamos a engañar… Lanzarme constantemente mensajes como los anteriores podía resultar muy tranquilizador, sí. Pero no mermaban un ápice mis ganas de “triunfo”, de completar el pastel con la guinda de llegar a la pasarela azul flanqueada por agua y cruzar la meta… Y ver qué sentía. Experimentar esa emoción. Comprobar si era cierto lo que tantas veces me había dicho Lucía: “Vas a llorar, ya lo verás”… Ojalá, pensaba yo. Lástima que ella se lesionara durante la preparación y no pudiera acompañarnos finalmente, y no pudiera llorar ella misma.

Llegamos a Valencia el sábado por la mañana, directos a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, a recoger el dorsal y demás. Mi mujer y mis hijas me acompañaban, y aguantaron pacientemente el gentío, las colas y la espera. De vez en cuando le recordaba a Sara (mi hija mayor) eso que me había dicho cuando les comuniqué, meses atrás, que iba a correr una maratón: “¿Una maratón? ¿Eso cuanto es, 42 km.?? Eso es imposible…, ¿cómo vas a correr tú una maratón?” Ahora, que lógicamente ya se lo iba creyendo, entre risas podía restregarle que se equivocaba… Una vez reunidos con el grupete de chinguanes maratonianos (Ana, Fati, Pedro y Patxi), pasamos una jornada genial respirando ambientazo runner por todas partes: fotos, paella party, carpas y carpas con ropa, geles, y todas estas cosas. 




Ya por la tarde salimos para Alaquás, cerca de Valencia, donde tengo familia muy querida y teníamos un piso para cenar y pernoctar. Allí cenamos mis hijas y mi ahijado Patxi, mientras mi mujer se iba por ahí a cenar con un amigo. Tiene huevos la cosa,… yo teniendo que correr una maratón al día siguiente, y teniendo que darles de cenar a tres criaturas. Menos mal que eché bastante ensalada de pasta, porque Patxi solo se había traído un boniato. Estos adolescentes…
Antes de acostarme, y previendo lo poco que iba a dormir, me dio la vena de escribir a un montón de gente un mismo wasap, con la idea de compartir la emoción que me embargaba, y porque a muchos amigos y conocidos les había dicho que les mandaría el número de dorsal para que pudieran seguirme con la aplicación de la Maratón. Me apetecía además contárselo a toda esa gente que quieres pero que vive lejos, que no tienes todo el contacto que quisieras pero que sabes que está siempre ahí,.. y que no tenían ni idea de lo que iba a afrontar la mañana siguiente. Por fin, pude acostarme y tuve otro momento emotivo: abrir el sobre que nos había dado Ana a los chinguanes que debutábamos en la distancia de Filípides, y leer el maravilloso mensaje que encerraba.
Demasiadas emociones para dormir, y así fue. No pegué ojo en las 4 horas que pasé en la cama, y en las que recuerdo pasarlo mal porque las sombras, las dudas y los agobios me invadieron, incluso por comprobar que no estaba descansando… Menos mal que al final, algo debí trasponerme, porque al levantarme tenía ya una actitud completamente distinta: los nubarrones habían despejado, dejando paso a una mayor claridad; seguía con nervios, claro, pero sentía que iba a poder con todo, como el campeón que soy. Antes de desayunar, sobre las 4.30 h., cogí el móvil y me puse a leer los mensajes de respuesta de la gente que ya me había contestado, entre ellos los vuestros, y pasé varios minutos metiéndome unas buenas dosis de apoyo, cariño, ilusión y alegría que terminaron por imbuirme la firme determinación de que aquella mañana iba a comerme el mundo. Uno de esos mensajes, para colmo, me llegó a lo más hondo, y me arrancó la emoción y las lágrimas en los ojos que me había vaticinado Lucía para la meta. Se me habían adelantado varias horas… ¿me quedarían más para después? 





A las 6.00 h salimos Patxi y yo para Valencia y tras aparcar al lado del hotel de Ana, Fati y Pedro, tiramos todos para la zona de salida. Nos juntamos con los Altafites: fotos, comentarios, risas nerviosas y mucha, mucha ilusión. Antes, había olvidado mandar un wasap a Javier Soler, amigo y chinguan proscrito, para decirle donde habíamos quedado…, y claro está, con semejante gentío, no pudimos vernos. Más tarde comería con nosotros, y nos contaría su también primera maratón, vivida de forma tan especial y disfrutada a tope, como no puede ser de otra manera en él.
Tras avanzar lentamente hacia la enorme avenida de la salida, y despedirnos de Pedro y de Patxi al dejarlos en sus correspondientes cajones, allá que nos fuimos Ana, Fati y yo a nuestro correspondiente corral, y dentro de él, al grupo de los ultimicos, como a mí me gusta. Claro que lo mismo había 500 ó 1.000 personas detrás de nosotros, pero en estas carreras todo es tan relativo, tan brutal… Y tras el interminable rato de espera, por fin la masa comenzó a moverse, la música atronó, y empezamos a correr.
¿Con qué me quedo de la carrera? Pues con muchos recuerdos, sensaciones y anécdotas. Como dije al principio, imposible relatarlas todas. Me quedo con lo mucho que me llamó la atención observar, centenares de metros antes del arco de salida, miles y miles de prendas de ropa desperdigadas por el suelo, sobre las vallas, encima de una papelera,… que minutos antes habían tirado todos los que iban delante de nosotros (eso sí, un regimiento de voluntarios de una empresa de inserción apoyada por Cáritas, las iban recogiendo detrás para recuperarlas y darles otro uso). Me quedo con el instante de pasar por la línea de salida saltando y bailando al ritmo del One Visionde Queen, que sonaba tan fuerte y con tanta energía que me dio un subidón inolvidable, augurio de lo que iba a ser toda la carrera. Me quedo con los primeros kms. rodando muy tranquilo, en la grata compañía de Ana y Fati, a quienes tuve que hacer de lastre más de una vez porque enseguida ellas mismas veían que se iban… Me quedo con los primeros rayos del Sol en la zona de la Malvarrosa, que agradecí al quitarme de una vez el fresco de tantas horas de espera. Me quedo con algunos personajes verdaderamente graciosos o entrañables, con los que corrí muchos kms. o que pude observar en algún momento de la carrera, como el nórdico disfrazado de Thor que utilizaba su martillo para ir “chocando” en las manos de los niños, o el abuelete tibetano o de donde sea, que corre descalzo, vestido con falda y ropa multicolor, y una permanente sonrisa, por todos los maratones del mundo. Me quedo con la sorpresa y el asombro al ver a un tío corriendo con una botella en la cabeza (de esas de 2 litros de Coca-Cola, pero con agua), como si no llevara nada.., y eso sí, más derecho que una vela. 



Me quedo con lo mucho que disfruté al correr por esas luminosas calles escuchando mi música favorita, mi lista de canciones cuidadosamente seleccionadas, conteniéndome para no cantar a voz en grito en algunos momentos. Me tengo que quedar también con las únicas sensaciones negativas que tuve, a partir del km. 15, cuando empecé a notar que la exigua musculatura de mis piernas empezaba ya a cargarse, demasiado pronto para todo lo que me quedaba, y eso hizo que me asaltara alguna duda sobre lo que pasaría más adelante… Y lo que pasó es que poco a poco esas dudas se fueron, porque aun con mis piernas cada vez más cargadas, los kms. no dejaban de pasar uno tras otro, y yo cada vez iba disfrutando más de la carrera. Me quedo con esos grupos de gente cantando a todo pulmón temas infantiles de toda la vida, mientras empujaban sillas de ruedas con personas de gran discapacidad, y conmoverme al ver sus rostros. Me quedo con la gran alegría que me llevé sobre el km. 23, cuando vimos a nuestros compañeros chinguanes Antonio, Carmen y Beatriz, que ya habían terminado su 10K y nos esperaban para darnos y llevarse un impagable abrazo sudado, de esos que te dejan una sonrisa que no se quita en varios kms. Me quedo, sobre todo, con el extraordinario ambiente que nos acompañó en Valencia durante toda la carrera, con el ver una ciudad (léase su gente) completamente volcada con el evento, animando a los corredores con gritos de apoyo, sonrisas, aplausos..., bandas de música, batucadas, grupos de rock, folk y dulzainas, jóvenes ataviados con disfraces, peñas falleras, etc. etc. Lo difícil es no correr en esas condiciones, por más kms. que lleves. Me quedo especialmente con el km. 30, en el que había quedado con Rosario y mis hijas, y en el que me paré un ratito corto para darles abrazos y besos, hablar con ellas un poco y darles los manguitos que ya hacía mucho que me estorbaban. Me sentí muy afortunado. Estaban aún más emocionadas que yo… 


Pero tenía que seguir, y recuerdo que volver a la carrera me costó como si tuviera que poner en marcha un coche de aquellos que arrancaban a manivela. Ese fue el momento en que me separé de Fati y Ana, y cuando quise pillarlas ya había pasado el km. 31, y solo vi a Fati, que me contó que Ana había tenido que parar para ir a un servicio, así que para esperarla ralentizamos el ritmo durante algunos kms., por encima de 6’30”... Pero recuerdo que ese ritmo y a esas alturas de carrera, más que descansar el cuerpo se agarraba y hacía que pesara más, sensación que también compartía Fati, que decidió darse media vuelta y volver a buscar a Ana. Recuerdo que me quedé indeciso unos instantes, con el temor de que no se encontraran, y al final la confianza en que me pillarían más adelante… Me quedo con esos últimos kms. corriendo ya en solitario, observando incluso con preocupación como a mi alrededor muchos, muchísimos corredores ya no eran tales, pues simplemente iban andando, renqueando o con posturas ya muy forzadas. Gente mayor, muy mayor en algún caso…, esforzándose hasta llevar el cuerpo al extremo, y sin embargo no me pareció que en sus rostros se reflejara agonía, sino plena concentración y consciencia de lo que estaban haciendo.
Me quedo con los últimos kms. corriendo con las piernas ya agarrotadas, pero más fuerte y feliz imposible. Me quedo con el momento de llegar a la pasarela azul y mirar al punto en el que debía estar mi familia, tan lejos que temí no verla. Pero sí, allí arriba estaban los rizos de mis hijas, saltando con los brazos en alto. Me quedo con el momento de pararme a un lado, a 100 m. del arco de meta, y saludarlas yo también con los brazos arriba. Me quedo con que, al pasar la línea de meta y ver que los organizadores no me apremiaban a seguir hacia adelante, mientras esperaba a que llegaran Ana y Fati, advertí que las lágrimas finalmente no me brotaron. Caí en la cuenta de ello al abrazar a un chaval joven completamente desconocido que venía descompuesto de emoción, llorando a lágrima viva, y que cuando entró en meta me miró de tal manera que… ya no sé si fue él o fui yo , pero surgió ese abrazo espontáneo; desde luego, él lo necesitaba, y a mí me encantó. Y por fin, breves instantes después, aparecieron Fati y Ana…, rebosantes de alegría, y Ana rota también por dentro, inconsolable aun a pesar de los abrazos y besos… ¡Qué momento tan inolvidable!


En fin, creo que al final me he pasado de extensión… Doy por concluida la crónica, porque si no se va a acabar haciendo pesada. Os agradezco mucho el interés si habéis llegado hasta aquí. Si tuviera que resumirlo todo en una idea, que tantas veces he compartido con todo el que me ha preguntado y que va especialmente dedicada a todos aquellos corredores que se les ha pasado por la cabeza correr una maratón, pero que no se atreven, o no se sienten capaces, o creen que no merece la pena, o piensan que es un reto imposible…, yo solo puedo decir que claro que pueden, que muchos somos la prueba viviente de ello, y que desde luego merece mucho la pena. Que hagan lo que yo, y que tantos: que al menos lo intenten. Que para mí fue uno de los días más especiales de mi vida, que recordaré siempre con el mejor de los recuerdos.
Concluyo cortando en este preciso instante la pulsera de la Maratón que nos pusieron en la muñeca antes de la carrera y que no se puede quitar o volver a ponértela jamás. Me he resistido a quitármela, como si fuera a perder algo, ya ves tú la tontería. Ahora, roto ya el cordón umbilical con la primera experiencia de la maratón, no me queda otra que pensar en la siguiente. Si no fuera cierto que disfruté tanto en Valencia, ¿tendría sentido no intentar una nueva experiencia de este tipo? Yo desde luego lo voy a intentar, y además, lo antes posible. Y ya que estamos, a lo grande, ¡qué leches! En Berlín dicen que se junta bastante gente…


Javi Benegas, chinguan, maratoniano y tullido.

lunes, 21 de enero de 2019

Crónica de la Carrera de Balazote

El pasado domingo 20 de enero tuvimos una de las carreras favoritas para los Chinguanes. Y digo favoritas porque todos los años suele tener una gran acogida por parte de los miembros de nuestro club. Será el aura hipnótica que desprende la escultura ibérica por antonomasia, la Bicha de Balazote; será el aroma inconfundible del ajo morado de Castilla-La Mancha; o bien las características intrínsecas de la propia carrera. Algo tiene Balazote, que a los Chinguanes nos encanta. 
Tras el comienzo de temporada en Yeste, con algunos de los nuestros participando en la popular y en el trail, llegaba Balazote, donde teníamos preparada una sorpresa muy especial. 
Nuestro ilustre corredor y promotor, Juan Millán, tras haber completado todas las carreras del circuito en 2014, descubrió la labor esencial de los voluntarios en las carreras populares. En concreto, llamaron su atención las asociaciones de mujeres y amas de casa de los distintos pueblos, y su esmero y dedicación desinteresada con los corredores y corredoras. Desde entonces, Juan acuñaría el término de cierrapabellones para nuestros Chinguanes más valientes y pronto llegaría la costumbre de fotografiarnos con ellas en esos momentos de relax al terminar la carrera. 
Tras una próspera temporada 2018 para el club, Juan pudo reunir 28 fotos correspondientes a distintas carreras del circuito donde las grandes protagonistas eran estas mujeres implicadas en que no nos falte de ná al acabar nuestra carrera. El resultado de este reportaje se plasma en un emotivo vídeo. Los Chinguanes quisimos hacer partícipes de este homenaje a toda la familia del circuito con la entrega de algunas fotografías a las representantes de la asociación local de amas de casa de Balazote.



Los medios locales también se hicieron eco de nuestro cariñoso detalle incluyéndonos en las distintas crónicas de la carrera. Estamos muy felices por ello. Creemos que el atletismo popular se nutre de todas esas personas anónimas que hacen que las carreras se lleven a cabo. De todos esos corredores populares que viajan a un pueblo cada semana para encontrarse con amigos, pasar un buen rato haciendo deporte, disfrutar del entorno, superar retos o alcanzar objetivos. Y de las personas que colaboran para que así sea en cada carrera y cada pueblo. No solo de ganadores y ganadoras se nutre la noticia, sino de todo en su conjunto. Es genial que la prensa también lo entienda así. La Tribuna de Albacete en su edición impresa, masquealba.com, El Digital de Albacete y el blog del circuito nos incluyeron en su noticia. 
Por otra parte, y aunque la filosofía de nuestro club es mucho más fraternal que competitiva, también nos sentimos orgullosos cuando alguno de los nuestros consigue premio, y en este caso fue Fátima la que consiguió la primera posición como atleta local (la misma que os escribe). Y es que, como ya os conté en otra ocasión, esos caminos en los alrededores de Balazote son oxígeno puro para mis pulmones y mi mente, y me siento muy feliz por haber tenido la oportunidad de exprimirlos a tope en la carrera. Pero sobre todo, me siento feliz por tener compañeros como Jesús (Minaya Brother) que me acompañó de liebre con mucha paciencia y aguante. Definitivamente, Jesús es el talismán del Chinguan. 
Sin duda, una carrera emotiva, donde el primer y segundo clasificados masculinos fueron juntos todo el tiempo y decidieron entrar juntos en meta. Como ya os decía al principio de este post, será el efecto hipnótico de generaciones remotas, helenos, fenicios y mesopotámicos, lo que hace que recorrer sus parajes sea mucho más que correr una carrera.

El CD Chinguan antes de empezar la carrera. Gofio Plus nos promociona otro año más, y con la rica energía canaria, ¡volamos!
La ristra de ajos morados es el premio estrella en esta carrera 💜.


jueves, 3 de enero de 2019

Cien días de camino a Valencia




Queridos, queridas, ahora ya sí, con la perspectiva de este mes que ha pasado, puedo explicarlos lo que ha sido para mí el Maratón de Valencia. No es fácil, ya que la carrera en sí no fue nada –aunque suene a tópico– en comparación con lo que ha sido el proceso. Ahí van esos cien días en unas cuantas líneas.
Todo empezó a mediados de agosto en el paraíso particular de Ana. Además de nuestra presi, ella para mí lo es todo, ya sabéis.  Y este paraíso tiene nombre y apellidos: Santa Pola del Este.
Tras haber tenido un curso escolar muy denso, y un mes de julio peor, fui a pasar unos días con Ana y sus sobris a Santa Pola. Solo queríamos playa, posados y sobre todo, salir a correr. Necesaria desintoxicación del mundo la mía, y este deporte puede con eso y más. Tras meses y meses sedentaria con mucho estudio y trabajo, esos días salí con Ana a hacer unas tiradas muy apañás y llenas de aventuras, y me vi bien. Entonces llegó el momento relax en la terraza del apartamento de la familia Mora Frías, en el que Lucía Florecilla nos escribía mencionando el Maratón de Valencia. Y es ahí cuando me inscribí en el maratón y en los 20k Alicante Santa Pola.
Comienza entonces la etapa de bajar pulsaciones. Me pareció una etapa súper bonita. Fueron dos semanas, a final de las vacaciones de verano, en mi casa de Balazote. Me encanta la Vía Verde. Me ha visto hacer kms y kms, verano tras verano. Casi siempre sola, sí, sola. Y disfrutándola al máximo. Fue un poco tedioso, al principio, esto de correr más despacio, pero el entorno me acompañaba y resultó muy agradable.
Tras esta fase zen llegaba el comienzo de curso: un nuevo centro de trabajo, un nuevo pueblo, casa… muchos cambios. Y los findes, la Feria de Albacete. Por lo que septiembre fue regular en mis entrenamientos y pensé que no sería capaz. Pero saquémosle el lado bueno, y una jornada de casi 20 horas en la feria con unas Vans de suela plana hicieron que sintiera molestias en la planta del pie, ¡pa no sentirlas! Y gracias a esto, y al consejo de nuestro Edu coach, comencé a nadar y paré de correr un par de semanas. Me flipa nadar, y era un deporte que tenía un poco abandonado. Reencontrarme con las piscinas ha sido para mí tan importante como el propio maratón. Estirar en el agua, canela en rama. La sensación que queda después de nadar, pez mantequilla. He llegado a ir a la pisci solo para estirar, y mientras, ver a los peques de la escuela de triatlón de La Sagra entrenando, ¡esas ranitas son boniquez absoluta!
Y ya que os menciono La Sagra, la siguiente etapa del recorrido tiene parada en Illescas, el pueblo donde vivo este curso. Recuperada de mi lesión de ferianta, comienzan los auténticos entrenos, en octubre. La primera motivación vino de los chicos de Bikila, en Toledo, donde compré unas Saucony nuevas y más bonitas que las que tenía (soy malísima recordando modelos de zapas). Ya conocía esta tienda y por eso fui a ellos. Me animaron mucho y en todo momento me dijeron que por supuesto iba a ser capaz de terminar un maratón. Así que con zapas nuevas y bonitas, y el refuerzo positivo de dos súper pro, estaba a tope para tirar millas. Mi compañero Alberto, de Educación Física, me acompañaba en las tiradas de 20k. El entorno de la fábrica de Airbus, muy bonito no es, así que mucho mejor ir charlando con el compi del insti. La tirada más larga que hice en los entrenamientos fueron 27 km, y esa se la reservé a mis Chinguanes del alma, en una bonita mañana a finales de octubre, de camino a Tinajeros. Y bien de María Escote esa noche en el Abycine.
Pasa el tiempo y nos acercamos al mes clave: noviembre. Ya llevaba aprendidas muchas lecciones: autoconfianza, esfuerzo, superación… Tal vez todas muy individualistas, pero a partir de ese momento, ya nada fue individual. Llega Santa Pola, esa carrera a la que me había inscrito junto al maratón, y se abre el ciclo. Edu coach nos causa baja pero se convierte en un gran apoyo y nos manda entrenamientos semanales al equipo de Chinguanes Valencia. Compartimos experiencias, sensaciones, dolores. Pedro y yo optamos por llamarla “la carrera innombrable”. Lucía comenzaba a tener dificultades para recuperarse de la lesión y peligraba su participación. Resulta complicado dedicar energías e ilusiones en algo, e ir descubriendo que no puede ser. Y cada momento que avanza, los pensamientos retroceden, pero nunca hay fracasos ni errores, sino lecciones aprendidas. Una vez mi madre me dijo: “nada cae sobre saco roto”. La vida es un continuo aprendizaje, y preparar un maratón enriquece cuerpo y alma.
Se acercaba la última semana, y a esas alturas, en mi dieta solo había carnes rojas, moluscos bivalvos, verduras de hoja verde, legumbres, vitamina C… Todo acompañado por laminitas de jengibre del sushi, que las tomaba a diario. La anemia siempre me ha acechado, y en los últimos días de noviembre volví a notar pinchazos en manos y pies y dolor de cabeza. Entonces aumenté –si cabe– mi ingesta en alimentos con hierro, me hice vampira, comía sangre frita, tomaba Floradix y todos esos consejitos de Óscar para la última semana. Y de esa guisa, nos plantamos en el primer finde de diciembre en Valencia.
Tristemente, Lucía nos había causado baja, así que en la habitación de las chicas Chinguan se colaba Pedrito, que le dio gana. Pachi jasstags y Javi se alojaban juntos, con la familia de Javi. Mención especial a Rosario y a las dos hijas tan espectaculares que tienen. Fueron nuestras grandes animadoras y lo vivieron de forma casi tan intensa como el resto de Chinguanes. Es tan bonito implicarse en algo a tope y que la gente que te quiere y te acompaña, lo viva por igual. Nuestro top Juan Ángel corría con su hermano. Meritazo tiene, por las series infinitas que habrá presenciado el Parque Lineal para conseguir que él brillara en Valencia. La chinguana rosi, Laura, iba con su personal trainer Rabodan.
Y la ciudad de la luz nos recibía brillante y bellísima. La Feria del Corredor muy bien, ubicación de 10, paella party mu rica y organización genial. La noche de antes me encontraba fatal, pensaba que iba a enfermar, sentía pinchazos por todo el cuerpo. Soy una blanda y me resulta asombrosamente fácil autosugestionarme por los nervios. Por suerte, a la mañana siguiente estaba fresca como una lechuga. A las 05:15 de la mañana, Ana nos despertaba al ritmo de Cayetano, de Carolina Durante.
Desayuno de campeones y tiramos para la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Espectacular el ambiente. Lo recuerdo con muchísima emoción. Habíamos quedado con los chicos Altafit para una foto Altachines, de esas que gustan tanto a Pachi. Me encantan los previos a las carreras, son emocionantes, hay un sentimiento de grupo bestial, conexión con una misma y con los demás. Así que imaginad: un entorno precioso, la idea de correr un maratón por primera vez en la vida e ir acompañada de gente a la que aprecias. Es muy guay.
La carrera no fue menos y resultó súper especial. Sensaciones buenísimas todo el tiempo. Fuimos Javi, Ana y yo hasta el km 31, con esa barrera ficticia tan real, donde Ana tuvo que parar e ir a un baño porque la pobre estaba fatality. Javi y yo seguimos un poco más despacio, con intención de que ella nos pillara cuando saliera del baño. Pero eso era algo casi imposible que ocurriera. Entonces, durante los 3 kms siguientes me vino a la mente todo esto que os acabo de narrar. Mi mente viajó a Santa Pola en agosto, escaló por esas rocas imposibles hacia el faro, con Ana ya arriba, volvió haciendo sendas, compartiendo con ella la poca agua que nos quedaba. Se fue al finde de Abycine y a la tirada larga, y a ese vino con ostra para recuperar hierro. Y a infinitas cosas más. Por lo que en el km 34 le dije a Javi que volvía a buscarla. Y 500 m hacia atrás la encontré, y le dije: “que sepas que he venido a por ti para ser tu liebre, así que tira”. Y se quejó un poco, pero como es más dura que las piedras, tiró, vaya que sí tiró. Y acabamos nuestro maratón juntas con buenísimas sensaciones, tras 4 horas y 23 minutos. Valencia soleada, mantas de oro a nuestro alrededor, y nuestra preciada medalla.




Santa Pola zen, con sus cuestas y sus posados (y helados de horchata y lima)

Vía Verde Sierra de Alcaraz, fuente de inspiración.

                        
Las Chinguanas somos muy de posturear: en la pisci, con la Escote...


EQUIPAZO.

  
La magia de Valencia 💙.

                       

                       
Altachines y los encuentros con las celebrities (y yo antitaurina 🙆)


      

¡Prueba superada y felicidad plena!

Fati