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sábado, 25 de noviembre de 2017

¿Habéis venido a correr el 10k? ¡No, hemos venido a correr la maratón!

Así comenzaba nuestra aventura maratoniana en Valencia el sábado 18 de noviembre, respondiendo a más de uno que se sorprendía al oír nuestra respuesta.  Quizás porque íbamos mega coquetas vestidas y peinadas, quizás porque no tengamos cuerpo de maratonianas, quizás porque no llevábamos chándal JOMA de élite, quizás porque estemos muy blancas y pálidas. En fin, no cumplíamos los estereotipos maratonianos para muchos, pero el domingo alrededor de las 13 horas, conseguimos ser finishers de una de las maratones más bonitas y especiales de España, la Maratón Valencia Trinidad Alfonso.


El sábado cogimos el regional temprano. Íbamos en un estado de “cuelgue” total. A veces, nos surgían los típicos miedos de si seríamos capaces de pasar el muro, si llegaríamos a la alfombra azul de una pieza. Sin embargo, enseguida se nos pasaba porque habíamos entrenado muy duro para ello. Parecíamos dos niñas de Primaria que se iban de excursión sin sus padres por primera vez.
Llegamos a la Estación del Norte y decidimos no caminar y coger un taxi para llegar más frescas. Nos hospedamos en el hotel DIMAR en la Gran Vía Marqués del Turia, cerca del río y sobre el kilómetro 40 de la maratón. Reservé ese hotel en marzo cuando decidí que quería estrenarme en la distancia de Filípides en Valencia. En un principio, la reservé para el que era mi pareja y para mí, pero las circunstancias del destino hicieron que tuviese que preparar este desafío en estado civil “single”. Así que decidimos compartir la habitación Lucía González y yo. El hotel está de lujo porque se sitúa a unos dos kilómetros de la Ciudad de las Artes. Está lleno de runners guiris y patrios, lo que hace que abran el buffet a las 6 de la mañana el domingo. Además, las camas son enormes, muy cómodas y el baño es gigante. Dejamos las cosas, nos atrezamos y, rápidamente, a la feria del corredor. Bajamos por el río caminando disfrutando de lo que serían los dos últimos kilómetros de maratón. Alucinamos con la línea dorada que seguiríamos a pies puntillas el día siguiente. Valencia estaba engalanada para los miles de corredores que iban a disfrutar de sus calles y avenidas.
Una vez en el pabellón, empezamos a toparnos con instarunners que me sonaban de las redes. Recogimos nuestros dorsales y nos fuimos a por la bolsa que estaba en un piso más abajo. Vimos nuestros nombres en el panel de los maratonianos.

¡Oh, yeah!


Pues sí, la maratón


So here we are!

Postureo que no falte

Vimos varios puestos de ropa y nos compramos mallas compresivas de trail Wong. Son unas mallas muy divertidas y coquetas, como nos gusta a nosotras correr. Probamos de todo lo que ofrecían gratis las marcas de nutrición deportiva. No conseguimos pillarnos zapatillas en oferta, pero bueno, el conjunto de trail es lo más. Ahora solo falta quitarme el miedo a la montaña. Y creo que será en marzo en Cuenbridge.
Después, intentamos llegar a la Paella party, pero la cola estaba imposible y decidimos irnos a comer a la Tagliatela  del CC El Saler. Allí había también runners de muchos países, sobre todo, italianos que como buenos italianos, ¡no pierden el viaje!
Devoramos una pizza y un risotto buenísimo. Volvimos a la Feria para intentar colarnos en el documental de Cris Mitre, Mujeres que corren. Yo conseguí a través de una chica de instagram, @abi_h_p, una entrada, pero nos faltaba otra para Lucía. Cris nos comentó que estaban agotadas y que intentaría acomodar a todas las que quisiésemos asistir al estreno. 
Locura premaratón

Llegamos sobre las 16.30 con tiempo de sobra y nos dimos de bruces con Cristina. Nos pareció altísima, delgadísima y bellísima. Las redes no le hacen justicia. Posó amablemente para la foto y siguió hacia el auditorio. 
Cris Mitre rocks!

A las 17.30 pudimos entrar y nos colocamos en segunda fila. No queríamos perdernos ni un segundo del documental. De repente, giro la cabeza y suelto:
-       “Coño, si es Martín.”
Por supuesto, que Martín Fiz me oyó y muy simpático él, me miró, saludó e hizo un gesto para la foto. ¡Qué corredores tan grandes y tan humildes!
"Coño, si es Martín Fiz"


Mitre comenzó su speech y ya percibíamos que iba a ser una velada súper emotiva y motivadora. Comentó que Kathrine Switzer, la primera mujer en completar una maratón con dorsal, no había podido asistir a la presentación, pero que nos mandaba un video dónde hablaba de running y del rol de la mujer en estos primeros tiempos.
El documental hace un repaso de las atletas españolas desde los años 30 hasta la actualidad y como el correr les ha cambiado la vida y, a su vez, ha ayudado a la liberación de la mujer. Una de las corredoras que más me impresionó fue Aurora Pérez, una fondista madrileña que afirma que correr es una emoción y yo aún no he encontrado el techo de mis emociones.
Además, hablaban del tema de la conciliación familiar y laboral, del sentimiento de culpa de dejar a los hijos en casa para poder calzarse unas zapatillas y poder entrenar.
Al final del documental, las atletas mencionadas se unen con Cristina Mitre para salir a entrenar y charlar.
El documental pretende recaudar dinero para la lucha del cáncer infantil que es el objetivo de la periodista.
Después de salir con las endorfinas a tope, decidimos comprar en el SúperCor unas cosillas para cenar en el hotel, ver vídeos y poder descansar.
Cenamos unos bocatas de pavo y una ensalada de pasta y, de postre, un helado de chocolate belga Haagen-dazs.
Fue entonces cuando empezamos a recibir mensajes de ánimo de muchos amigos del circuito. Algunas de las cartas, como la de María José de Madrigueras, fueron realmente emotivas. Otras fueron totalmente inesperadas como la del speaker Villaescusa. Los audios de Victoria del Quijote nos hicieron reír a carcajadas. Eres única, rubia. Nos llenaron de orgullo y satisfacción. La carta de María José decía algo así:
            Mañana vas a correr tu primer maratón. Es la carrera de todas las carreras, la reina de las distancias, el sueño de todo corredor que se digne de ser corredor. No es cuestión de velocidad, sino de voluntad, resistencia y estrategia.
Vas a atravesar en pocas horas todo el espectro de las emociones humanas: ilusión, ansiedad, desesperanza, miedo, dolor, rabia, coraje y orgullo. Será el final perfecto para coronar meses de arduo entrenamiento. Nadie se olvida de su primer maratón. Es una hazaña que vas a contar siempre, toda tu vida, porque es sólo tuya, única e irrepetible.

Con las endorfinas a tope, nos tomamos un pico de Dormidina para intentar descansar algo. A las 5:30 de la mañana, nos levantamos. No habíamos pegado ojo en toda la noche, demasiadas emociones. Me fui directa al wc y pensé que no podría levantarme de allí. Después de ponernos nuestros trajes de luces Chinguan, nos dirigimos al buffet a desayunar. Tomé un expreso, un litro de agua, un plátano y una tostada con pavo.
Subimos a la habitación a terminar de ultimar, nos pusimos el impermeable del chino de la Avenida de España y unos guantes para protegerme del frescor mañanero que hacía. A las 6:45 de la mañana salimos del hotel en dirección a la Ciudad de las Artes donde habíamos quedado con Eduardo Martínez Sanchiz, ilustre miembro del CD Chinguan. También, nos juntamos con compañeros del Altafit con los que hemos entrenado este tiempo atrás.
Los metódicos Altafiteros con sus zonas controladas

En la cola para los baños, los últimos nervios se palpaban y se olían… Tardamos una eternidad en pasar a los baños y, una vez dentro, fue mucho más asquerosos que los baños del Ateneo el último día de Feria.
Allí conocimos a una pareja de señoras fetén italianas que llevaban a sus espaldas seis maratones, una de ellas la de Nueva York. Así queremos ser nosotras, bien mayores y seguir con el brillo en los ojos antes de una carrera, con nuestros calcetines a conjunto de moda y nuestras viseras bien colocadas para correr. Otro momento curioso en la cola del wc fue cuando llegaron dos runners de Aldaia que parecían salidos de una rave party. Llevaban el pelo rapado como Spud el personaje tarado de Trainspotting y llevaban en sus móviles vestigios musicales de la época del bakalao. ¡Qué amos!
Una vez meadas, nos dirigimos a nuestro cajón. Como estábamos en el cajón blanco, el último, tuvimos que andar muchísimo hasta poder colocarnos. Para otra ocasión, sería recomendable pillar dorsal rosa porque por unos minutos llegas antes a tu cajón y no sales tan tarde que se hace desesperante. Una vez en el cajón, coincidimos con Javi Puche del Club de Caudete que estaba con unos amigos con unas camisetas que ponía LA BANDA DE LA PULGOSA, en referencia a nuestro parque periurbano que tan trallado lo tenían.
A las 8:48 comenzó nuestra carrera, con la banda sonora de Nino Bravo cantando Libre.  Los primeros kilómetros los hicimos junto a Puche controlando muchísimo el ritmo y las pulsaciones. Todo en su sitio. Empezamos por la zona del puerto creo recordar. No era demasiado bonito, pero sí muy llano y no hacía nada de calor. Íbamos muy cómodas viéndolo todo. Así llegamos al kilómetro 10, en una media de 6´el kilómetro, lo estipulado por Carmen Cañizares para acabar frescas y sonrientes una maratón. Nos tomamos el primer gel sin cafeína. Continuamos hasta el 15 y nos tomamos la primera Salted Cap de Victory Endurance. Estas sales nos las recomendó Óscar Laorden que es un crack en esto de los deportes de endurance y estamos encantadas. En la tirada de 30 nos la tomamos también y ni rastro de agujetas ni de agotamiento.
En el km 16, paramos por Benimaclet a mear detrás de un contenedor de vidrio. Esa parada me sentó fatal. Creo que me agaché demasiado rápido y bajé mucho la cabeza o la vergüenza de la gente que pasaba y se reía. No lo sé, pero me entraron unas ganas terribles de vomitar. Lucía me comentó después que se preocupó porque me quedé blanca. Aún así continuamos con el ritmo de 6´el km. De pulsaciones íbamos sobradas. De hecho, canturreamos Oliver, Benji sobre el 18. La gente estaba volcada animando en las calles. Un par de comparsas pusieron música bakala noventera buenísima como Freed from desire que a mí me recordó a la versión de Ojete Calor Vete a tu casa, estas no son horas. ¡Una maravilla la playlist de la maratón valencia!
En el km 20, nos clavamos otro gelate. ¡Viva la química!
Pasamos la media maratón sobre 2:06, seguíamos con las buenas sensaciones y ya, por fin, se me habían quitado las ganas de vomitar.
En el km 26, la gente animaba muchísimo. No me acuerdo qué parte de Valencia sería, pero se veían muchos sights maravillosos. Nos encontramos con José Juan del Quijote que llevaba la espalda fatal. Nos dimos ánimos y seguimos. En el km 30 creo que pasamos por la plaza del Ayuntamiento y nos tomamos un gel con cafeína y otra sal. Por cierto, en el 30 yo llevaba ya comidos bastantes puñados de orejones del Mercadona. Mi cabeza seguía súper concentrada pensando en el famoso muro de las lamentaciones. Llegamos al km 35 y parecía John Snow cuando atravesó el muro listo para cazar Caminantes blancos. Así me sentía yo, muy precavida y concentrada.
Sobre el 36, paré unos minutos a intentar masticar la cantidad ingente de orejones que me metí en la boca. Por un momento, creí que me ahogaba. Fran Simón, el hermano de Fati, me comentó que el truco para aguantar una maratón era no parar de comer ni de beber y yo lo seguí a pies puntillas.
Después de algún minuto perdido masticando, empecé a correr como si fueran los primeros cinco kilómetros de un 10 k. Me encontraba súper fuerte a nivel cardiovascular y muscular. Ni rastro de tirones ni de nada. Llegamos al km 38 por la Plaza de toros y pusimos la directa. Los kms avanzaban más rápido y nosotras íbamos a un ritmo algo superior a 5:40´o así. Estábamos a punto de conseguirlo y no podíamos dejar de sonreír y de levantar las manos. En el km 40 nos topamos con Luis Miguel Lozano, un excompañero del cole. El jumillano coleccionista de zapas Nike nos animó como nadie. ¡Hellineras, vamosssssss! Qué alegría nos dio encontrarnos contigo y vernos tan frescas y tan bien. Seguimos recortando minutos al crono porque íbamos enchufadas de orejones y de cafeína.
Justo antes de entrar en la alfombra azul, Lucía me dijo:
-       -Despacio, Ana, que este momento lo tienes que recordar toda la vida.
Y así fue, ralentizamos, levantamos los brazos, sonreímos y miramos al cielo. El sol levantino hacía más bonito ese momento. El azul del agua y de la alfombra eran un combo Highway to heaven de lo más emocionante. Y, por fin, paramos nuestro Garmin y nos abrazamos. Me saltaron mil emociones a la vez. Lloré y reí a carcajadas por haberlo conseguido, por haber superado todas las trabas de estos últimos dos meses que me dejaron out durante algunos entrenamientos.
¡Qué gusto da ver 42 km en el Garmin!

Papá Vicentico, lo conseguí



Después de 42 km y con pelazo

Siempre quise hacerme una parodia a lo Pamela Anderson en la NYC marathon

Me acordé de mi padre, de sus pateadas trekking por los Alpes, de lo orgulloso que estaría de saber que su hija, la que estudiaba y viajaba mucho, pero que no movía el ojete, fuese capaz de acabar una maratón sin despeinarse.
Lloré de felicidad por haberme convertido en una persona tan fuerte, tan valiente, tan constante, tan audaz, tan soberbia e intensa. Esta maratón no solo la he conseguido con las piernas sino también con la cabeza y el corazón y, sobre todo, con la amistad. Ha sido un viaje personal de autodescubrimiento y de curación emocional. Me he vuelto mucho más terca, obstinada y segura. Y, sobre todo, he descubierto aquello que caminando solo llegarás más rápido; pero que si caminas acompañado, llegarás más lejos.
La maratón es amistad, superación, logro, miedo, alegría, sufrimiento


Vamos a que nos cuelguen nuestras medallas




Ana Mora (@anaojete1)

viernes, 17 de noviembre de 2017

Querido maratón

Querido maratón,
Apenas 48 horas quedan para volver a vernos. Sé que esperabas ansioso, como yo, nuestro reencuentro. Después de meses de engañarte a diario con otras distancias, por fin volveremos a cruzarnos.
Han sido días y días pensando en ti, horas y horas soñando como será nuestro ansiado reencuentro.

La nuestra, es una relación difícil. Mucho si pero no, puede ser, igual tal vez...al final por mucho que nos queremos siempre queda la duda de si será para siempre.
El suspense y los nervios hacen que la última semana sea eterna, el reloj no corre, como en las primeras tiradas largas, donde los minutos se convierten en horas. La mente no para de pensar en kilómetros, ritmos, geles y calles por donde pasaré. La cabeza va a mil, vives inmerso en tu sueño, tanto de día como de noche.
Con todo preparado partimos hacia Valencia hoy, deseando cruzar esa pasarela flotante que hace las veces de meta. Esas zapatillas amoldadas, tus calcetines talismán, cargamento de geles y barritas para antes, durante y después, la equipación que te acompaña en las grandes ocasiones...eso es una maleta en condiciones.
Ahora es momento de echar la vista atrás, al contrario que cada día donde solo cabía mirar hacia delante, para ver dónde hemos llegado.

Hay que valorar cada kilómetro, cada tirada, cada día de descanso, cada minuto, y agradecer todo lo que el maratón sin saberlo te ha ofrecido:
Esos madrugones que te cambian el ritmo de vida, que te enseñan por donde sale el sol.
Ese aire de amanecer que solo tú agradeces al subir una cuesta y te reconforta en la bajada.

La paleta de colores que pinta el cielo para ti en cada uno de los meses.
Cómo va la ropa creciendo y camisetas que antes apretaban ahora quedan sueltas.
El desgaste por el uso de las zapatillas, rígidas y ortopédicas al principio, se convierten en guantes a medida.
Cómo bajan las defensas y el moco te acompaña eternamente allá donde vayas.
Descubrir nuevas canciones y volver a disfrutar las que ya conoces porque son tu única compañía.
Soñar, no parar de soñar mientras sufres con la gloria eterna, aunque sea solo dentro de tu cabeza.

Descubrir con el paso del tiempo del tiempo has conocido muchos rincones corriendo, playa, montaña, pueblos y ciudades.
Ya solo quedan dos días, roadtoValencia adquiere más sentido que nunca. El domingo haremos lo que más nos gusta, disfrutaremos de una ciudad que se vuelca en su carrera, y ganaremos, seguro que todos ganaremos, y nos prometeremos que esta vida que no deja de ser un maratón, está hecha para nosotros aunque como siempre no llegamos como queremos y siempre podríamos haber entrenado mucho más.
Nos vemos dentro de 42,195 km.