Así
comenzaba nuestra aventura maratoniana en Valencia el sábado 18 de noviembre,
respondiendo a más de uno que se sorprendía al oír nuestra respuesta. Quizás porque íbamos mega coquetas vestidas y
peinadas, quizás porque no tengamos cuerpo de maratonianas, quizás porque no
llevábamos chándal JOMA de élite, quizás porque estemos muy blancas y pálidas.
En fin, no cumplíamos los estereotipos maratonianos para muchos, pero el
domingo alrededor de las 13 horas, conseguimos ser finishers de una de las maratones más bonitas y especiales de
España, la Maratón Valencia Trinidad
Alfonso.
El
sábado cogimos el regional temprano. Íbamos en un estado de “cuelgue” total. A
veces, nos surgían los típicos miedos de si seríamos capaces de pasar el muro,
si llegaríamos a la alfombra azul de una pieza. Sin embargo, enseguida se nos
pasaba porque habíamos entrenado muy duro para ello. Parecíamos dos niñas de
Primaria que se iban de excursión sin sus padres por primera vez.
Llegamos
a la Estación del Norte y decidimos no caminar y coger un taxi para llegar más
frescas. Nos hospedamos en el hotel DIMAR en la Gran Vía Marqués del Turia,
cerca del río y sobre el kilómetro 40 de la maratón. Reservé ese hotel en marzo
cuando decidí que quería estrenarme en la distancia de Filípides en Valencia.
En un principio, la reservé para el que era mi pareja y para mí, pero las
circunstancias del destino hicieron que tuviese que preparar este desafío en
estado civil “single”. Así que decidimos compartir la habitación Lucía González
y yo. El hotel está de lujo porque se sitúa a unos dos kilómetros de la Ciudad
de las Artes. Está lleno de runners
guiris y patrios, lo que hace que abran el buffet a las 6 de la mañana el
domingo. Además, las camas son enormes, muy cómodas y el baño es gigante.
Dejamos las cosas, nos atrezamos y, rápidamente, a la feria del corredor.
Bajamos por el río caminando disfrutando de lo que serían los dos últimos
kilómetros de maratón. Alucinamos con la línea dorada que seguiríamos a pies
puntillas el día siguiente. Valencia estaba engalanada para los miles de
corredores que iban a disfrutar de sus calles y avenidas.
Una
vez en el pabellón, empezamos a toparnos con instarunners que me sonaban de las
redes. Recogimos nuestros dorsales y nos fuimos a por la bolsa que estaba en un
piso más abajo. Vimos nuestros nombres en el panel de los maratonianos.
¡Oh, yeah! |
Pues sí, la maratón |
So here we are! |
Postureo que no falte |
Vimos
varios puestos de ropa y nos compramos mallas compresivas de trail Wong. Son unas mallas muy divertidas y coquetas,
como nos gusta a nosotras correr. Probamos de todo lo que ofrecían gratis las
marcas de nutrición deportiva. No conseguimos pillarnos zapatillas en oferta,
pero bueno, el conjunto de trail es lo más. Ahora solo falta quitarme el miedo
a la montaña. Y creo que será en marzo en Cuenbridge.
Después,
intentamos llegar a la Paella party,
pero la cola estaba imposible y decidimos irnos a comer a la Tagliatela del CC El Saler. Allí había también runners de
muchos países, sobre todo, italianos que como buenos italianos, ¡no pierden el
viaje!
Devoramos
una pizza y un risotto buenísimo. Volvimos a la Feria para intentar colarnos en
el documental de Cris Mitre, Mujeres que
corren. Yo conseguí a través de una chica de instagram, @abi_h_p, una
entrada, pero nos faltaba otra para Lucía. Cris nos comentó que estaban
agotadas y que intentaría acomodar a todas las que quisiésemos asistir al
estreno.
![]() |
Locura premaratón |
Llegamos sobre las 16.30 con tiempo de sobra y nos dimos de bruces con
Cristina. Nos pareció altísima, delgadísima y bellísima. Las redes no le hacen
justicia. Posó amablemente para la foto y siguió hacia el auditorio.
Cris Mitre rocks! |
A las
17.30 pudimos entrar y nos colocamos en segunda fila. No queríamos perdernos ni
un segundo del documental. De repente, giro la cabeza y suelto:
-
“Coño, si es Martín.”
Por
supuesto, que Martín Fiz me oyó y muy simpático él, me miró, saludó e hizo un
gesto para la foto. ¡Qué corredores tan grandes y tan humildes!
"Coño, si es Martín Fiz" |
Mitre
comenzó su speech y ya percibíamos
que iba a ser una velada súper emotiva y motivadora. Comentó que Kathrine
Switzer, la primera mujer en completar una maratón con dorsal, no había podido
asistir a la presentación, pero que nos mandaba un video dónde hablaba de
running y del rol de la mujer en estos primeros tiempos.
El
documental hace un repaso de las atletas españolas desde los años 30 hasta la
actualidad y como el correr les ha cambiado la vida y, a su vez, ha ayudado a
la liberación de la mujer. Una de las corredoras que más me impresionó fue
Aurora Pérez, una fondista madrileña que afirma que correr es una emoción y yo aún no he encontrado el techo de mis
emociones.
Además,
hablaban del tema de la conciliación familiar y laboral, del sentimiento de
culpa de dejar a los hijos en casa para poder calzarse unas zapatillas y poder
entrenar.
Al
final del documental, las atletas mencionadas se unen con Cristina Mitre para
salir a entrenar y charlar.
El
documental pretende recaudar dinero para la lucha del cáncer infantil que es el
objetivo de la periodista.
Después
de salir con las endorfinas a tope, decidimos comprar en el SúperCor unas
cosillas para cenar en el hotel, ver vídeos y poder descansar.
Cenamos
unos bocatas de pavo y una ensalada de pasta y, de postre, un helado de
chocolate belga Haagen-dazs.
Fue
entonces cuando empezamos a recibir mensajes de ánimo de muchos amigos del
circuito. Algunas de las cartas, como la de María José de Madrigueras, fueron
realmente emotivas. Otras fueron totalmente inesperadas como la del speaker Villaescusa. Los audios de
Victoria del Quijote nos hicieron reír a carcajadas. Eres única, rubia. Nos
llenaron de orgullo y satisfacción. La carta de María José decía algo así:
Mañana
vas a correr tu primer maratón. Es la carrera de todas las carreras, la reina
de las distancias, el sueño de todo corredor que se digne de ser corredor. No
es cuestión de velocidad, sino de voluntad, resistencia y estrategia.
Vas a atravesar en pocas horas todo el
espectro de las emociones humanas: ilusión, ansiedad, desesperanza, miedo,
dolor, rabia, coraje y orgullo. Será el final perfecto para coronar meses de
arduo entrenamiento. Nadie se olvida de su primer maratón. Es una hazaña que
vas a contar siempre, toda tu vida, porque es sólo tuya, única e irrepetible.
Con
las endorfinas a tope, nos tomamos un pico de Dormidina para intentar descansar
algo. A las 5:30 de la mañana, nos levantamos. No habíamos pegado ojo en toda
la noche, demasiadas emociones. Me fui directa al wc y pensé que no podría
levantarme de allí. Después de ponernos nuestros trajes de luces Chinguan, nos
dirigimos al buffet a desayunar. Tomé un expreso, un litro de agua, un plátano
y una tostada con pavo.
Subimos
a la habitación a terminar de ultimar, nos pusimos el impermeable del chino de
la Avenida de España y unos guantes para protegerme del frescor mañanero que
hacía. A las 6:45 de la mañana salimos del hotel en dirección a la Ciudad de
las Artes donde habíamos quedado con Eduardo Martínez Sanchiz, ilustre miembro
del CD Chinguan. También, nos juntamos con compañeros del Altafit con los que
hemos entrenado este tiempo atrás.
Los metódicos Altafiteros con sus zonas controladas |
En
la cola para los baños, los últimos nervios se palpaban y se olían… Tardamos
una eternidad en pasar a los baños y, una vez dentro, fue mucho más asquerosos
que los baños del Ateneo el último día de Feria.
Allí
conocimos a una pareja de señoras fetén italianas que llevaban a sus espaldas
seis maratones, una de ellas la de Nueva York. Así queremos ser nosotras, bien
mayores y seguir con el brillo en los ojos antes de una carrera, con nuestros
calcetines a conjunto de moda y nuestras viseras bien colocadas para correr.
Otro momento curioso en la cola del wc fue cuando llegaron dos runners de
Aldaia que parecían salidos de una rave party. Llevaban el pelo rapado como
Spud el personaje tarado de Trainspotting y llevaban en sus móviles vestigios
musicales de la época del bakalao. ¡Qué amos!
Una
vez meadas, nos dirigimos a nuestro cajón. Como estábamos en el cajón blanco,
el último, tuvimos que andar muchísimo hasta poder colocarnos. Para otra
ocasión, sería recomendable pillar dorsal rosa porque por unos minutos llegas
antes a tu cajón y no sales tan tarde que se hace desesperante. Una vez en el
cajón, coincidimos con Javi Puche del Club de Caudete que estaba con unos
amigos con unas camisetas que ponía LA BANDA DE LA PULGOSA, en referencia a nuestro
parque periurbano que tan trallado lo tenían.
A
las 8:48 comenzó nuestra carrera, con la banda sonora de Nino Bravo cantando Libre. Los primeros kilómetros los hicimos junto a
Puche controlando muchísimo el ritmo y las pulsaciones. Todo en su sitio.
Empezamos por la zona del puerto creo recordar. No era demasiado bonito, pero
sí muy llano y no hacía nada de calor. Íbamos muy cómodas viéndolo todo. Así
llegamos al kilómetro 10, en una media de 6´el kilómetro, lo estipulado por
Carmen Cañizares para acabar frescas y sonrientes una maratón. Nos tomamos el
primer gel sin cafeína. Continuamos hasta el 15 y nos tomamos la primera Salted Cap de Victory Endurance. Estas sales nos las recomendó Óscar Laorden que
es un crack en esto de los deportes de endurance
y estamos encantadas. En la tirada de 30 nos la tomamos también y ni rastro de
agujetas ni de agotamiento.
En
el km 16, paramos por Benimaclet a mear detrás de un contenedor de vidrio. Esa
parada me sentó fatal. Creo que me agaché demasiado rápido y bajé mucho la
cabeza o la vergüenza de la gente que pasaba y se reía. No lo sé, pero me
entraron unas ganas terribles de vomitar. Lucía me comentó después que se
preocupó porque me quedé blanca. Aún así continuamos con el ritmo de 6´el km.
De pulsaciones íbamos sobradas. De hecho, canturreamos Oliver, Benji sobre el 18. La gente estaba volcada animando en las
calles. Un par de comparsas pusieron música bakala noventera buenísima como Freed from desire que a mí me recordó a
la versión de Ojete Calor Vete a tu casa,
estas no son horas. ¡Una maravilla la playlist de la maratón valencia!
En
el km 20, nos clavamos otro gelate. ¡Viva la química!
Pasamos
la media maratón sobre 2:06, seguíamos con las buenas sensaciones y ya, por
fin, se me habían quitado las ganas de vomitar.
En
el km 26, la gente animaba muchísimo. No me acuerdo qué parte de Valencia
sería, pero se veían muchos sights maravillosos.
Nos encontramos con José Juan del Quijote que llevaba la espalda fatal. Nos
dimos ánimos y seguimos. En el km 30 creo que pasamos por la plaza del
Ayuntamiento y nos tomamos un gel con cafeína y otra sal. Por cierto, en el 30
yo llevaba ya comidos bastantes puñados de orejones del Mercadona. Mi cabeza
seguía súper concentrada pensando en el famoso muro de las lamentaciones. Llegamos al km 35 y parecía John Snow
cuando atravesó el muro listo para cazar Caminantes blancos. Así me sentía yo,
muy precavida y concentrada.
Sobre
el 36, paré unos minutos a intentar masticar la cantidad ingente de orejones
que me metí en la boca. Por un momento, creí que me ahogaba. Fran Simón, el
hermano de Fati, me comentó que el truco para aguantar una maratón era no parar
de comer ni de beber y yo lo seguí a pies puntillas.
Después
de algún minuto perdido masticando, empecé a correr como si fueran los primeros
cinco kilómetros de un 10 k. Me encontraba súper fuerte a nivel cardiovascular
y muscular. Ni rastro de tirones ni de nada. Llegamos al km 38 por la Plaza de
toros y pusimos la directa. Los kms avanzaban más rápido y nosotras íbamos a un
ritmo algo superior a 5:40´o así. Estábamos a punto de conseguirlo y no
podíamos dejar de sonreír y de levantar las manos. En el km 40 nos topamos con
Luis Miguel Lozano, un excompañero del cole. El jumillano coleccionista de
zapas Nike nos animó como nadie. ¡Hellineras, vamosssssss! Qué alegría nos dio
encontrarnos contigo y vernos tan frescas y tan bien. Seguimos recortando
minutos al crono porque íbamos enchufadas de orejones y de cafeína.
Justo
antes de entrar en la alfombra azul, Lucía me dijo:
- -Despacio, Ana, que este momento lo tienes que
recordar toda la vida.
Y
así fue, ralentizamos, levantamos los brazos, sonreímos y miramos al cielo. El
sol levantino hacía más bonito ese momento. El azul del agua y de la alfombra
eran un combo Highway to heaven de lo
más emocionante. Y, por fin, paramos nuestro Garmin y nos abrazamos. Me
saltaron mil emociones a la vez. Lloré y reí a carcajadas por haberlo
conseguido, por haber superado todas las trabas de estos últimos dos meses que
me dejaron out durante algunos entrenamientos.
¡Qué gusto da ver 42 km en el Garmin! |
Papá Vicentico, lo conseguí |
Después de 42 km y con pelazo |
Siempre quise hacerme una parodia a lo Pamela Anderson en la NYC marathon |
Me
acordé de mi padre, de sus pateadas trekking por los Alpes, de lo orgulloso que
estaría de saber que su hija, la que estudiaba y viajaba mucho, pero que no
movía el ojete, fuese capaz de acabar una maratón sin despeinarse.
Lloré
de felicidad por haberme convertido en una persona tan fuerte, tan valiente,
tan constante, tan audaz, tan soberbia e intensa. Esta maratón no solo la he
conseguido con las piernas sino también con la cabeza y el corazón y, sobre
todo, con la amistad. Ha sido un viaje personal de autodescubrimiento y de
curación emocional. Me he vuelto mucho más terca, obstinada y segura. Y, sobre
todo, he descubierto aquello que caminando
solo llegarás más rápido; pero que si caminas acompañado, llegarás más lejos.
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La maratón es amistad, superación, logro, miedo, alegría, sufrimiento |
Vamos a que nos cuelguen nuestras medallas |
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