Vivimos en una sociedad de la tecnología donde las amistades
y los ligoteos se tienden a construir más con filtros Juno o Valencia que en
bares, parques o cafeterías.
Vivimos atacados y enganchados al baterías externas para que
nunca se nos apague el iphone, para estar siempre conectados y online.
Vivimos tan pendientes del móvil que no nos paramos a
escuchar al otro, al que tenemos en frente. No llegamos a conocer la esencia de
esa persona que tenemos aquí y ahora, de forma tangible.
Esta historieta que voy a contar ahora tiene mucho de
novelesca y de serie de televisión. De hecho, me recordó al episodio primero de
la tercera temporada de Black Mirror. Si no la habéis visto, os dejo el link del
trailer:
Pues bien, las historias de la vida real comienzan con una
red social, instagram. Empecé a postear fotos hace unos años como medio de
guardar imágenes, y recuerdos de mi vida. Al cabo del tiempo, los seguidores
crecieron, pero no dejan de ser eso, seguidores, voyageurs de la vida ajena. En este muestrario de la vida y de los
likes, comienzan las relaciones de filtro Valencia.
Siempre he confiado en el poder sanador de las personas, de
la fuerza de un abrazo o de una conversación real mirándose a los ojos. De ahí,
que seamos animales gregarios y sociales que nos guste estar rodeados de los
otros. Sin embargo, las redes han suplido esta labor, haciéndonos creer que la
familia y el círculo virtual son nuestros amigos. Pues no, los amigos te sacan
una sonrisa, te sacan a bailar, te
invitan a una cerveza, te escuchan, te hablan cuando estás cansado si tienes
que conducir, se interesan por ti, te abrazan,…
Por supuesto, que también tienen cosas buenas y positivas.
Te dan la oportunidad de conocer y aprender mucho. Sin embargo, hay que saber
quitar la máscara del que está detrás de la pantalla del iphone y no confiar
100% en ese cierto perfil que se crean.
Gracias a Instagram, Strava y Garmin connect, podemos
conocer a muchísimos runners que compartan nuestra afición. Con la edad, cada
vez nos apetece menos salir de fiesta a darlo todo, pues las resacas nos duran
lustros. Y preferimos conocer gente de forma tecnológica. Pero, ojito con los
perfiles construidos a golpe de filtro porque “Después de todo, cada cual lleva
su máscara…”
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