Agradecer: sentir o
mostrar gratitud. Dar las gracias.
Así podía titular este post sobre la media maratón de hoy en
Hellín. Gracias a ti, Lucía González, compañera y amiga, a mis niños hellineros
del CEIP Martínez Parras, a sus familias, a los compañeros del 215, a María
José de Madrigueras, a Raquel Cuevas, a Joaqui Martínez, a Vicente Toledo y a
toda la gente maravillosa que hoy me han animado a terminar mi “nosecuantas”
media maratón. Ya he perdido la cuenta de cuántas llevo, pero creo que rondaré
la casi veintena.
Hoy no era el día. De hecho, no era la semana. Comencé con
una infección de garganta bastante fuerte. Fui al médico el lunes y me recetó
antibióticos y medicamentos antitusivos que me dejaron catatónica la semana.
Aún así, el martes logramos correr 18 km por el cordel de Chinchilla a ritmo de
5:48´de media. El miércoles me escapé a clase de body pump para fortalecer las
piernucas y que sigan aguantando la tralla maratoniana. Por la noche, fui a mi
fisio favorita, Rosario, a que me descargara mis “tocados” jamones. El jueves
descanso absoluto por prescripción de Rosario y mía propia porque no podía con
mi alma. El viernes tendría que haber hecho 10 km con series y cambios de
ritmo, pero estaba tan congestionada que, a duras penas, logré hacer 6 km a
5:28´de media. El sábado, por la mañana, salí a desconectar y disfrutar del sol
que hacía. Mi mente estaba perdida en otros derroteros y pensando en otras
personas y lugares. Activé mis piernas con 7,5 km a ritmo y pulsaciones muy
cómodas. Me duché rápidamente para no coger más frío y me fui a dar una vuelta
con una amiga para despejarme.
Por la tarde, la congestión fue a más, ya no sé si será de
tipo alérgico o emocional o yo que sé, pero tengo una voz atercipelada de
camionero resacoso y mocos por todas partes.
Con el cambio de horario, dormí muy intranquila por miedo a
llegar tarde a Hellín y me desperté sobre las 5 AM. Desayuné tan pronto que a partir del km 17
tuve un hambre atroz. Un gel no me sació, necesitaba mandanga de la buena.
Recogí a Lucía y María José a las 8 y nos fuimos a mi
segunda ciudad ya, Hellín. Llegamos tan pronto que pudimos coger camiseta de
chica y de tallas pequeñas. Todo un acierto porque ha sido de las mejores camisetas
del Circuito de Albacete.
Se suponía que teníamos que correr unos kms previamente,
pero ni mi cuerpo ni mi mente me dejaron. Calentamos durante 1,5km
aproximadamente por los aledaños del estadio de Santa Ana. La temperatura fue
ideal para correr, sobre 20º y nublado. Sin embargo, no las tenía todas conmigo
de poder acabar. Estaba vacía, baja de moral, tocada y hundida. Mi mente seguía
nublada con mis problemas desde ese fatídico 5 de septiembre. Nunca había
experimentado correr y llorar a la vez. Es una experiencia realmente catártica
y liberadora. En serio, prefiero las carreras en las que voy con una sonrisa
bien grande de oreja a oreja, pero hoy solo sonreí cuando vi a mis chicos del
CEIP Martínez Parras.
La primera vuelta íbamos algo más rápido de lo que nos
habíamos planteado. Aún así iba cómoda y cuando subimos por la C/ López del Oro
camino a San Roque no noté cansancio. Arriba en la iglesia, nos esperaban
nuestros alumnos con una pancarta maravillosa que nos dio alas. ¡Muchísimas
gracias! Es increíble cuando corres el subidón que dan los ánimos de tu gente
querida. Creo que nadie que no haya corrido nunca , sabe lo que experimenta el
cerebro y el cuerpo cuando te gritan:
-
¡Vamos, Ana, dale duro!
Las tres mosqueteros, dos chinguanas y una madriguerense |
San Roque y nuestros pequeños dándonos ánimo |
Es maravilloso. El cerebro debe de segregar algún tipo de
hormona que te hace seguir con brío.
Después, vimos a más niños de 6º curso, súper bonicos.
Bajamos por la avenida del colegio Entreculturas y nos topamos de bruces con
nuestro Jesús de Yeste. Estaba totalmente mimetizado con el barrio: sus rizos morenos
de Camarón, su reloj enorme dorado, su camisa negra abierta hasta casi la
cintura y sus gafazas de sol Armani. ¡Todo un dandi gitano!
Volvimos a tener “subiduki” del bueno, a acelerar, pero aún
quedaban muchos kilómetros por delante.
Bajamos por el monasterio franciscano y unas callecitas
estrechas del Rabal de Hellín. Pasamos por el km 10,5 en 55 minutos. Allí me
encontré con otra niña de mi tutoría, preciosa y súper alegre que me chocó las
manos y me dio subidón para continuar por los campos.
Sobre el 16, teníamos otra vez la subida al Calvario y me
supo un poco regular. Yo solo pensaba en seguir y en mis padres, en lo
orgullosos que estarían de verme correr tan alto y tan largo, sobre todo,
cuando de adolescente odiaba sudar y cualquier deporte. Lo estaba/estoy
consiguiendo, terminar carreras y hacer del deporte y de la vida sana un estilo
de vida para mantenerme fuerte y sana mucho, mucho tiempo.
El mejor cartel de animación de una carrera ever |
Paré unos segundos, pero Lucía me esperó. ¡Muchas gracias!
Enseguida, me repuse y seguí. Los niños y sus familias seguían allí arriba y
fue genial.
Ya llegando al parque sobre el 20, noté un tirón en el
isquio izquierdo y mucha, mucha hambre.
Entré en el estadio de Santa Ana y di la vuelta y paré el Garmin en 1
hora, 58 minutos, 10 segundos. Según entraba en meta, se me saltaron las
lágrimas. Lo conseguí, una vez más, mis piernas superaban a mi cabeza y, sobre
todo, a mi corazón tan roto y hecho añicos.
Por eso, por acompañarme, por animarme, por sonreírme, por
abrazarme, por esas palabras de ánimo: GRACIAS y muchas gracias, sobre todo, a
la vida que aunque perra y dura, te permite seguir completando sueños.
Por Ana Mora aka @anaojete1
No hay comentarios:
Publicar un comentario